Miles de colombianos comenzaron el viernes 24 de octubre con un mismo problema: las aplicaciones de Nequi y Bancolombia no funcionaban. Lo que parecía una falla menor terminó por convertirse en un apagón financiero digital que paralizó pagos, transferencias y recargas. Hogares, comercios y trabajadores independientes quedaron sin poder mover su dinero, evidenciando la enorme dependencia que hoy existe de estas plataformas.
Durante varias horas, las entidades guardaron silencio, mientras las redes sociales se llenaban de quejas y memes. En X, usuarios contaban cómo no podían pagar servicios, enviar dinero o recibir pagos. Las aplicaciones solo mostraban el mensaje: “Trabajamos para estar disponibles pronto”, sin mayores explicaciones. La frustración creció minuto a minuto, mostrando el impacto que tiene un simple error tecnológico en la economía cotidiana.
Horas más tarde, Bancolombia reconoció que una falla en sus servidores había afectado el sistema, y Nequi habló de un “inconveniente técnico”, asegurando que el dinero de los usuarios estaba seguro. Sin embargo, los comunicados no calmaron el malestar. Para miles, quedarse sin acceso digital al dinero en pleno 2025 fue como retroceder al uso del efectivo y las filas en cajeros.
El incidente deja una lección clara: la banca digital en Colombia aún es vulnerable. A pesar de su crecimiento y promesas de innovación, las fallas técnicas demuestran que falta fortalecer la infraestructura y la capacidad de respuesta ante emergencias. En una era donde la inclusión financiera depende de la tecnología, la confianza se construye con estabilidad, no con mensajes de disculpa.
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